En abril del 2021 la Organización de las Naciones Unidas designó el 25 de Julio como el Día Mundial de la Prevención de los Ahogamientos, un grave problema de Salud Pública todo el año, en todo el planeta. En nuestro país, en el año 2021 se reportaron 281 muertes por ahogamiento, 108 personas menores a 19 años. Entonces, cada 3 días murió ahogado un niño o un adolescente. Los números que disponemos y divulgamos son solo los ahogamientos mortales, una muy pequeña porción del total.

El ahogamiento muchas veces no causa la muerte, pero genera graves consecuencias al paciente, a la familia y al sistema de salud. Todos podemos ahogarnos en 10 cm de cualquier líquido si fallan los sistemas que nos permiten reaccionar y liberar la vía aérea. Las causas en cada grupo de edad son distintas: los más pequeños por distracción de los adultos y defectos en la infraestructura, los más grandes por imprudencia, desconocimiento del entorno, uso de sustancias que alteran la toma de decisiones.

Los menores de 5 se dividen en dos grupos: los que no se desplazan solos y los que lo hacen. Los menores de un año, que no caminan, se ahogan en la bañera o la piletita cuando el adulto se distrae. Los que caminan o gatean pueden caerse en un balde con agua, un pozo sin tapar, una pileta chiquita, la pileta de la casa o vecina sin un cerco adecuado de protección. Los canales, las acequias, los bebederos de la hacienda son escenario permanente de situaciones de riesgo. La mirada atenta y cercana de un adulto responsable es la medida más efectiva para la prevención. A esta actitud de cuidado debe sumarse un ambiente adecuado. El aprendizaje de la natación y actitudes responsables en el agua son habilidades complementarias, extremadamente útiles para mejorar las posibilidades de evitar lesiones y muertes en el medio acuático.

Para disminuir los números de este flagelo necesitamos:

Adultos conscientes y comprometidos, que comprendan los peligros del entorno, lo adecuen a la presencia de niños y los eduquen para comportarse cerca y dentro del agua.
Entornos seguros y señales claras que se respeten.
Ambientes acuáticos con información y supervisión adecuada en número y equipamiento.
Personal e infraestructura suficiente y capacitado en todos los niveles del sistema de salud para la atención inmediata y la detección y tratamiento de las secuelas.
Campañas periódicas, que generen conciencia en la población incluyendo la enseñanza de RCP.

A cualquier hora durante todo el año en todo el planeta suceden ahogamientos prevenibles Para evitar esto se necesita muestro compromiso como sociedad. Puede ocurrirle a cualquiera de nosotros: sólo se necesita un medio líquido, una condición propicia y un ser humano.