Linfoma, una enfermedad que padece 1 de cada 5.000 argentinos

Por la Dra. Virginia Prates, Asesora médica de la Asociación Civil Linfomas Argentina (ACLA), M.N: 82.891.

Un linfoma se
refiere a un tipo de tumor que se desarrolla en el sistema linfático, una
extensa red que forma parte del sistema inmunológico. Esta red consiste en una
serie de vasos o conductos delgados que conectan órganos específicos conocidos
como ganglios linfáticos. Estos se encuentran distribuidos en diversas partes
del cuerpo, como las axilas, ingles, cuello, tórax y abdomen. El linfoma
también se caracteriza por ser un crecimiento anormal de células que afecta la
producción de linfocitos, un tipo crucial de glóbulos blancos en la sangre que
desempeñan un papel fundamental en el control de infecciones y defensa contra
agresiones externas.

Los linfomas se
dividen en dos grandes grupos: Linfoma Hodgkin y Linfoma No Hodgkin.
El primero constituye hoy la enfermedad oncológica con mayor incidencia en
jóvenes. La segunda, que a su vez existen cerca de 60 subtipos, es el tercer
tipo de cáncer con mayor aumento en el número de casos después del melanoma y
el cáncer de pulmón.

Aún se
desconocen las causas primarias que llevan al desarrollo de los linfomas.
Algunas investigaciones relacionan su aparición con factores ambientales y con
ciertos productos tóxicos. Sin embargo, no se ha demostrado una relación
directa con ninguno de ellos. Se sabe que las personas con un déficit en la
inmunidad, tanto congénito como adquirido (HIV-SIDA, pacientes receptores
de un trasplante de órganos o que están siendo tratados con drogas
inmunosupresoras), presentan un mayor riesgo de desarrollarlos, lo cual se ha
vinculado con un fallo en los sistemas de vigilancia del propio organismo.

Los linfomas se
manifiestan comúnmente mediante el aumento indoloro de un ganglio o grupos de
ganglios o con síntomas generales inespecíficos, como pérdida de peso,
sudoración profusa, especialmente durante la noche, fiebre inexplicable sin
causa infecciosa evidente, fatiga, falta de energía, pérdida de apetito, tos
persistente y/o picazón en todo el cuerpo (usualmente sin lesiones visibles en
la piel), sensación de dificultad para respirar o infecciones recurrentes.
Aunque el agrandamiento de los ganglios linfáticos suele ser uno de los
primeros signos, es importante considerar que en la mayoría de los casos este
aumento está relacionado con causas infecciosas más que tumorales. Por este
motivo, es crucial buscar atención médica especializada de manera temprana. Un
especialista determinará la necesidad de realizar exámenes de laboratorio,
estudios de imágenes y posiblemente una biopsia ganglionar para establecer un
diagnóstico preciso. Es importante destacar que el 75% de las personas
diagnosticadas no estaban familiarizadas con estos síntomas, y el 58% de los
pacientes tardaron aproximadamente 6 meses en acudir al médico después de
experimentar el primer síntoma.

Realizar un
diagnóstico temprano resulta de vital importancia para iniciar el tratamiento
adecuado y obtener los mejores resultados posibles. La enfermedad puede
presentarse de diversas formas, lo que puede dificultar en algunos casos su
diagnóstico debido a la falta de pruebas de laboratorio específicas para
detectar los linfomas. Los pacientes que son diagnosticados de manera precoz
presentan una probabilidad de supervivencia a los 5 años del 70%. Esta cifra
disminuye al 58% en los pacientes que son diagnosticados en etapas avanzadas.

La incidencia de este cáncer está en aumento
a nivel mundial, con un crecimiento anual del 3%, cada 90 segundos se
diagnostica a una persona con Linfoma No Hodgkin en el mundo, resultando en
aproximadamente 200 mil muertes anuales. A nivel global, este tipo de cáncer
afecta a un millón de personas. En Argentina se estima que el linfoma afecta a
20 de cada 100.000 personas

La elección del tratamiento se basa en
diversos factores, como el subtipo de linfoma, la extensión de la enfermedad y
la edad del paciente. Los enfoques terapéuticos abarcan la quimioterapia, la
radioterapia y los anticuerpos monoclonales, ya sea en forma individual o
combinada. En ciertos subtipos de linfoma, y en circunstancias específicas,
algunos pacientes pueden ser candidatos para un trasplante de médula ósea. Los
avances más notables de los últimos años en el ámbito de los tratamientos se centran
en potenciar la respuesta inmunológica del propio paciente frente al linfoma.
Ejemplos de esto son la terapia de células T con receptores quiméricos de
antígenos (CAR-T) y los anticuerpos monoclonales bioespecíficos (BiTEs). En el
caso del linfoma de Hodgkin, se logra una tasa de curación superior al 90%. Por
otro lado, en los linfomas no Hodgkin, el pronóstico varía en función de los
diferentes subtipos. Entre los subtipos más comunes, como el linfoma difuso de
células grandes B, se alcanza una tasa de curación aproximada del 65%.

Campañas como el
Día Mundial de Concientización del Linfoma o la labor de organizaciones
como la Asociación Civil Linfomas Argentina (ACLA), resultan muy
importantes, ya que logran que se sepa más sobre estas patologías. Para obtener
mayor información sobre ACLA, sus actividades y la campaña de concientización,
se pueden utilizar los siguientes canales de contacto: