(El País) España disputa la Champions de la obesidad. Desde los años 70 la prevalencia no para de crecer y se considera ya una de las grandes epidemias del siglo XXI. La OMS estima que el 13% de la población mundial convive con una patología que en nuestro país se ha triplicado desde los años 70, ahora afecta al 21,6% de la población adulta y a uno de cada seis niños y adolescentes, según la Encuesta Nacional de Salud. Esta situación supone un reto de salud pública que con frecuencia no se reconoce como un problema social y sanitariamente grave. A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) identifica la obesidad como una enfermedad crónica, muchas de las personas que la sufren, gran parte del mundo sanitario y los responsables políticos no la perciben como tal.

Cuando hace diez años EE UU declaró la obesidad como enfermedad, muchas de las personas con este problema reaccionaron indignadas. Susana Monereo, responsable de la Unidad de Obesidad, Metabólico y Endocrino del Hospital Ruber Internacional de Madrid, recuerda el lema que repetían: “Simplemente estoy gordo, no estoy enfermo”. ¿Es una percepción subjetiva? La medicina utiliza desde hace tiempo una medida que zanja el debate, el Índice de Masa Corporal (IMC). Se obtiene dividiendo el peso por la estatura en metros al cuadrado. Un resultado superior a 30 se considera obesidad, y entre 25 y 30 sobrepeso.

“La obesidad no es una opción de vida, no es algo que solamente cambie el aspecto estético de las personas”, apunta Susana Monereo. Guarda relación con problemas en todo el organismo, desde el corazón hasta las articulaciones, y se estima que reduce la expectativa de vida en una media de 11 años. “Se vincula con unas 200 enfermedades, algunas tan importantes como la diabetes tipo 2, los problemas cardiovasculares, el hígado graso y hasta 11 tipos de cáncer, como el de mama o el de colon, entre otros”, puntualiza la especialista.

La Asociación Bariátrica Híspalis Nacional, otras asociaciones de pacientes y las sociedades científicas reclaman un abordaje integral. Restarle importancia a un IMC superior a 30 tiene consecuencias nefastas. A nadie se le ocurriría mirar para otro lado ante un cáncer o infravalorar la hipertensión o la diabetes tipo 2. Sin embargo, ocurre habitualmente con la obesidad. Esto hace que los afectados, los profesionales de la salud y las instituciones no se impliquen en su prevención, diagnóstico y tratamiento.