Desde el nacimiento de la medicina moderna, las mujeres han sido sistemáticamente ignoradas y subrepresentadas en la atención sanitaria. Expertos coinciden en la urgencia de impulsar un cambio sistémico en muchos ámbitos, como la comunicación, la formulación de políticas y la financiación de la investigación para que las mujeres puedan acceder a la información, el diagnóstico, el tratamiento y la atención que necesitan, cuando la necesitan.

La presidenta del Centro Global de Salud y Desarrollo (CGHD), Joanne Manrique, destaca que las barreras culturales y sociales impiden el acceso universal de las mujeres a una atención sanitaria adecuada. “Estos obstáculos que enfrentó mi abuela hace 50 años aún están ahí. Necesitamos identificarlos y unirnos todos los actores para hacer advocacy en favor de la salud de las mujeres y entre todos buscar soluciones”. Así mismo, la experta señala que existe la urgencia de sobrepasar tabúes, aumentar la inversión, mejorar el diagnóstico, y darles las herramientas a las mujeres (incluidos los medios financieros) para tener tratamientos oportunos.

En relación con las desigualdades, estas están condicionadas por el nivel de educación, los ingresos, la edad, el origen étnico y el acceso a los servicios sanitarios, y a menudo les impiden a las mujeres recibir la atención que necesitan. Sin embargo, son ellas las que asumen la mayor parte de las responsabilidades de cuidado no remuneradas, desde el cuidado de los niños hasta el cuidado de los enfermos y ancianos. La costarricense Elizabeth Odio Benito, jueza de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, señala que es la invisibilidad de las mujeres la que hay que combatir, y destaca el ejemplo de que durante la pandemia no se viera como prioridad que las mujeres -vistas tradicionalmente como las responsables del cuidado de sus familias- se hicieran las citologías y mamografías. “Están apareciendo muchas mujeres con diagnósticos tardíos de cáncer de mama porqué dejaron de hacerse los exámenes”,

Es una realidad que los roles tradicionales de género en América Latina enfatizan el papel de las mujeres como cuidadoras en la estructura familiar, lo que las lleva a descuidar su propia salud. Estudios del Banco Interamericano de Desarrollo muestran que el 63% del tiempo de las mujeres se dedica diariamente al trabajo no remunerado, a su vez en promedio las mujeres dedican 40 horas semanales al cuidado de niños menores de 3 años, frente a las 16 horas semanales que dedican los hombres. Se prevé que el tiempo que las mujeres dedican a los cuidados aumente, ya que, por el envejecimiento poblacional, el número de personas mayores dependientes de los cuidados en América Latina se triplicará con creces en 2050, superando los 27 millones.

Candela Cabrera, directora de Géneros y Diversidad en el Ministerio de Salud de Argentina, plantea que mejorar la equidad en el acceso a la salud previene la violencia basada en género, las políticas públicas en Latinoamérica se debes enfocar en la crianza -para aliviar la carga de las mujeres y garantizar sus derechos-, con una mirada territorial, en la que superar la precarización del primer nivel de atención sea un objetivo claro, para que dicha normativa pueda ser más efectiva. “Necesitamos cuidar a quienes cuidan”.

Por su parte, Liliana La Rosa, exministra de Desarrollo e Inclusión Social de Perú, indica que el patriarcado en Latinoamérica se evidencia en que las mujeres no son dueñas de su propio cuerpo, pues aún hay hombres impidiéndole a sus parejas que se hagan una citología o una mamografía. “Eso es una realidad. Las personas que hemos tenido el privilegio de la educación nos olvidamos que la mayoría de mujeres viven sin que se protejan sus derechos, como el de la salud. Además, tenemos un sistema sanitario patriarcal, poco dependiente de la humanidad y del cuidado. Por ejemplo: en la historia clínica no se incluye el reporte de quiénes son las responsables del cuidado de sus familias. Además, en el mundo solo dos enfermeras han logrado ser ministras de salud, siendo ellas la columna vertebral del sistema sanitario”, afirma La Rosa.

Las mujeres representan 7 de cada 10 trabajadores de la salud y el cuidado, sin embargo, ocupan solo un 25 % de los roles de liderazgo en salud a nivel mundial y, a menudo, enfrentan grandes brechas salariales de género. Invertir en la igualdad salarial, que incluye el reconocimiento del trabajo sanitario no remunerado, es justo y urgente. También es un paso importante para aumentar la proporción de mujeres en el liderazgo de la salud y la atención. En los sistemas de salud de todo el mundo existen desigualdades fundamentales que tienen un efecto perjudicial en el diagnóstico, el tratamiento y la atención que reciben las mujeres.

En muchos países las mujeres siguen estando insuficientemente representadas en los puestos directivos y gubernamentales. La Organización de Naciones Unidas (ONU) afirma que si bien es cierto que las mujeres han logrado importantes avances en el acceso a cargos políticos en todo el mundo, su representación en los parlamentos apenas alcanza un 25%. Solo en 22 de los 206 países a nivel mundial hay Jefas de Estado o de Gobierno y sólo 21% de quienes ocuparon ministerios fueron mujeres y apenas en 14 países los gabinetes de Gobierno han alcanzado el 50% o más en la representación de las mujeres. Sin representación a este nivel, es difícil que las mujeres influyan en las decisiones políticas y de gestión.

Los expertos concluyeron que una evolución del sistema de salud para servir mejor a cada mujer comenzará por escucharla, garantizar los servicios esenciales de salud, apoyar a todas las mujeres y niñas, y priorizar las necesidades de salud de las mujeres en la investigación y los ensayos globales.